viernes, 7 de septiembre de 2012

Despectivo


No sería correcto decir que fue gracias a Lanata, aunque sí es cierto que lo puso en boca de todos, pero es real que la noción de que vamos camino a Venezuela es cada vez más tenida en cuenta. En mi opinión es un viaje de tres etapas: Venezuela, Cuba, Corea del Norte. Reconozco que suena fatalista y tal vez lo sea (no veo muchos indicios en la tendencia de la mayoría que indiquen otra cosa). 
Es evidente que al igual que en ambos ejemplos caribeños nuestros hemos sufrido en este último tiempo un proceso de acostumbramiento que nos ha hecho pasar por alto muchas actitudes de nuestros gobernantes. Es bastante notorio el uso de la AFIP como una seudogestapo que persigue a los críticos del modelo, al igual que en Venezuela, el aparato del gobierno persigue y amenaza a quienes se atreven a pensar distinto. Estamos lejos aún y por suerte de Cuba y Corea donde los opositores además son encarcelados o incluso fusilados; pero a este ritmo quién sabe si no llegaremos en un futuro cercano. Es decir, cada día nos cercenan un poquito más la libertad y a nadie parece importarle o preocuparle. Los funcionarios del gobierno amenazan por televisión abierta a los opositores y a los empresarios, sin embargo nadie parece preocupado. La presidente dice que a ella hay que temerle un poquito y todos aplauden, aplauden tener miedo, a eso hemos llegado, al sinceramiento del masoquismo: Aplaudimos tener miedo.
Las ideas no se matan pero las mentes se educan, ya son al menos tres generaciones a las que les han hecho creer que es el estado el que debe mantenerlos y algunos nunca vieron otra cosa. En estas mentes la idea de perder alguna libertades no es nada comparado con la promesa de una ayuda. ¿Qué interés puede tener un joven de una villa por el cupo en dólares de las tarjetas de crédito, si no tiene el pan para mañana y debe esperar la ayuda del estado, cada vez más ausente? Sin embargo ellos no son el problema son las víctimas; los culpables somos nosotros, aquellos que hemos tenido la suerte de tener un estudio, aquellos que damos por sentado la cena de hoy a la noche, aquellos para los que un anhelo es un viaje al exterior o un costoso gadget. Somos nosotros los responsables porque sabemos lo que hacemos y lo que elegimos, y de aquellas cosas que preferimos no ver y que tapamos con ideales que resultan vacíos a la luz del engaño y la corrupción.
¿Podemos culpar a un chico de 16 años por querer votar a quien le regala ese derecho y una netbook? No! Pero sí al senador que le ofrece el regalo a cambio de su ignorancia, si podemos culpar al gobernante que busca aprovecharse de los que menos tienen subyugándolos de ellos a través del clientelismo perverso. El problema no es que los chicos voten o no, sino la perdida de ese código por el cual se los mantenía al margen. Las pasiones en los jóvenes (me considero un joven en retirada) son siempre más intensas que en los adultos. Cuánto más chicos más respondemos a nuestras pasiones viscerales y menos a la reflexión, nadie puede juzgar a los chicos que quieran votar pero, si se debe ser implacable con aquél que fingiendo preocupación y bajo el manto de acercarles derechos los arrea a una posición o a otra. Son adultos los que buscan en los jóvenes el sustento electoral que les falta en otro lado, y son estos adultos quienes deben ser temidos, porque si no tienen suficientes escrúpulos como para respetar a los chicos, no los tendrán tampoco para otras cosas.
Es nuestra culpa habernos acostumbrado a tener jueces y gobernantes corruptos. Somos nosotros el pueblo adormecido los que soportamos demasiado en silencio los abusos de aquellos en quienes delegamos la responsabilidad de guiar nuestros destinos. Si aquellos quienes no han tenido la suerte (aunque es en realidad un derecho) de haber tenido una buena educación, son arrastrados con promesas falsas no se los puede culpar. Sin embargo a nosotros los que sí tuvimos ese privilegio se nos puede culpar por esas acciones. Que alguien en una villa vote al gobierno por la promesa de casa y comida no es nada comparada con que alguien educado los vote por la promesa de los derechos humanos y la lucha contra el capitalismo extranjero. La verdad es que el capitalismo no es lo que ha fallado en el mundo, grandes países son capitalistas o socialistas lo que los hace grandes no es la derecha o la izquierda sino la honestidad de sus gobernantes y la voluntad de trabajo de su gente. Nosotros lamentablemente hemos perdido ambas y por ello no debe sorprendernos la situación en la que nos encontramos ni el futuro que nos acecha.
El problema no es que al permitirle a la Presidente robarnos de a poco nuestras libertades nos estemos convirtiendo en una mala copia de Venezuela. Sino que nuestra pasividad ante el odio, la mentira y la corrupción nos están convirtiendo en una versión devastada, humillada y denigrada de nosotros mismos una verdadera Argenzuela.

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