jueves, 7 de junio de 2012

Sin poder pedir ayuda


     Una de las mayores capacidades que le otorga el lenguaje al ser humano es la capacidad de pedir ayuda. Desde que podemos comunicarnos, y más aún ahora en la edad de las comunicaciones, las personas buscamos apoyo en nuestros semejantes en los momentos de dificultad. Es que tenemos en nuestra esencia la tendencia social, sino de qué otra forma podría explicarse el auge masivo de las redes sociales. Sin embargo no es allí hacia donde iba, sino a nuestra capacidad de pedir ayuda. Es que el lenguaje no permite la coordinación y el trabajo grupal, lo que nos vuelve muy exitosos como especie.
     Al igual que sobre los individuos las agrupaciones humanas también recurren a la ayuda de sus semejantes o de sus miembros para afrontar los períodos de crisis. Sobran en la historia ejemplos de colaboración internacional, basta con mirar las pasadas guerras dónde los aliados se unieron contra el eje, en la segunda guerra mundial. O más cerca en la segunda guerra del golfo donde los Estados Unidos salieron en la búsqueda de alianzas con países con mucho menor capacidad militar; ya que lo que buscaban no era aumentar su poder de ataque sino la legitimación internacional para sus acciones.
     No faltan tampoco ejemplos donde los gobiernos piden ayuda a los ciudadanos para poder afrontar las épocas difíciles. Para no dejar de golpe las guerras, varios gobiernos han pedido a sus pueblos sacrificios durante los períodos de postguerra. Pero se dan otros casos como es el caso de Japón luego del tsunami.
     No importan los motivos ni quién sea el que la necesita; el único requisito para poder pedir ayuda es el propio reconocimiento de la necesidad de ello. Nadie va a pedir ayuda si no cree necesitarla. Existe sin embargo una posibilidad que parece sacada de una película barata; y es el caso en el cual quien necesita ser ayudado se ha esforzado demasiado en negar sus problemas y por lo tanto un pedido de ayuda significaría una vergonzosa aceptación de los problemas negados. Este es sin duda el caso del gobierno, que sistemáticamente ha negado la existencia de todos los problemas y por lo tanto no puede pedir al pueblo un sacrificio en tiempos difíciles ya que según ellos los tiempos no son difíciles.
 Vamos con la inflación por citar uno de los actuales problemas. Si no hay inflación no hay necesidad de aumento de salarios o de tarifas; el problema es que la realidad es que el sueldo no alcanza y aunque nos duela algunos servicios que nos parecen caros en realidad es probable que comparados con valores de referencia internacional sean baratos. Otro caso son algunos productos puntuales como la yerba; si no hay inflación no sería rentable la especulación. Sin embargo ambas existen, por lo tanto los intermediarios compran la yerba barata a los productores y la guardan especulando con que le precio subirá, cosa que de hecho ocurre. Sin embargo si no hay inflación no hay especulación por lo que el gobierno no tiene un punto real sobre el que negociar con los productores e intermediarios. En cambio sólo puede atacarlos diciendo que se están aprovechando sin dar demasiadas justificaciones de cómo y porqué. Cuando se negocia un aumento de salarios el objetivo principal es lograr al menos que el aumento compense la inflación del período. Para que los beneficiarios no vean afectada su capacidad de compra o si es posible que esta mejore. Ahora bien si no hay inflación los aumentos pretendidos por varios o casi todos los sectores son muy altos e injustificados. Pero la realidad es que es su mayoría se ajustan a la inflación real. El gobierno podría pedirnos a todos un sacrificio a todos en un tiempo de adversidad, pero claro en este momento en realidad el modelo va  muy bien y por lo tanto para que pedirnos ese sacrificio. Por ese motivo fue que según dijera la presidente los maestros en realidad trabajan poco y tienen muchos meses de vacaciones, es que ella debía justificar que no estaba en las mejores condiciones para pagar el aumento de las paritarias; pero sin decir que vamos mal sino sosteniendo que vamos muy bien.
     No hay situación más actual que el dólar. Aquí el nudo es bastante grande y hay de todo un poco, podría decir que nadie queda afuera, pero justamente ese es el problema la mayoría estamos afuera. La realidad es muy simple, los dólares no alcanzan y/o no están. Por lo tanto hay que limitar al máximo su movimiento; el inconveniente es que los importadores no pueden pagar con pesos en el extranjero, así como los ciudadanos comunes estamos atados en ocasiones a contratos en dólares, dónde o bien pagamos con billetes o tenemos que negociar una cotización celeste (entre el blanco y el blue), y no todos pueden. Es lamentable la falta de asesoramiento del gobierno, en mi profesión no existes industria nacional. Si algún producto pertenece a una empresa argentina es porque simplemente lo fracciona y envasa en el país. Por lo tanto cuando el corralito cambiario se cierre aún más y ya no puedan entrar ni siquiera los productos para fraccionar, creanme que mucha gente va a extrañar con dolor a varios de ellos. En una situación de grave crisis el gobierno podría pedirnos que hicieramos el esfuerzo de vivir sin estos productos importados, pero como no hay nada mal pedirnos algo así sería muy desatinado.
     Con los ahorros pasa algo similar, resulta que si uno es político y ahora en dólares está bien, pero si es un particular está mal. Es decir que si un funcionario confía sus ahorros a la moneda extranjera no hay problema; pero en cambio si lo hace un particular es una actitud destituyente contra el gobierno cuyos funcionarios si pueden hacerlo, suena raro pero es así. Es decir que mientras la presidenta pide que pensemos en pesos su gobierno ahorra en dólares, pero más un senador dijo: no los voy a vender a 4,43 para perder plata. Lo cual es grave porque o bien sabe que se va a devaluar y van a valer más esos dólares o bien porque piensa venderlos en el mercado paralelo donde seguro recibirá más que el precio oficial. Ahora bien si pensar en dólares es destituyente significa que el gobierno intenta destituirse a sí mismo. Si el gobierno reconociera que la política cambiaria y económica en en general han resultado mal, podría pedirnos el sacrificio patriótico de pesificar espontáneamente la economía y ya que están podrían comenzar ellos dando el ejemplo vendiendole al banco central sus ahorros en dólares. Sin embargo como el modelo es increiblemente exitoso y sobran dólares (al punto que casi tienen que salir a venderlos para mantener el precio) resultaria extraño que nos pidieran pesificarnos. 
     El gobierno se niega a sí mismo la capacidad de utilizar su enorme caudal de seguidores asérrimos y además contar con el apoyo del resto del pueblo al negar que existen problemas. Frente a una situación de crisis y con un llamado del gobierno a la unidad aún aquellos que pensamos distinto podríamos acompañar medidas especiales como subas de impuestos o restricciones cómo las que hoy se ven. ¿Pero si la crisis no existe y todo marcha bien, por qué deberíamos soportar en silencio el avasallamiento por parte del gobierno? ¿O es que los funcionarios nos piden sacrficios que ellos no están dispuestos a hacer? Boudou defiende la industria nacional desde un iPhone que nosotros no podemos comprar. Anibal Fernandez ahorra en dólares que nosotros no podemos comprar. El hotel de la presidente cobra en dólares mientras ella defiende lo nacional y popular (1000 U$S la noche, tarifa popular). Es difícil saber a donde no llevará todo esto, pero es seguro que podríamos remar todos juntos si el rumbo estuviera claro y las directivas no fuesen confusas.
    La realidad me ganó de mano pues ayer la presidente dijo que iba a cambiar su plazo fijo en dólares a pesos, lo cual está perfecto. Lo que no explicó es por qué existe la necesidad de hacerlo. Y para no hacerlo más largo, un abuelo le regala a sus nietos lo que puede, ojalá todos los abuelos tuvieran su patrimonio para poder regalar más dólares a sus nietos. Pero el deseo de hacer el regalo no lo vuelve destituyente ni el monto un amarrete.

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