lunes, 11 de junio de 2012

La misma piedra


Es un dicho conocido que el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra. Asumamos pues que es cierta nuestra capacidad de cometer dos veces el mismo error. Lo que hasta ahora no había visto es la nueva capacidad de cometer errores nuevos a partir de la unión de de viejas equivocaciones. Supongamos pues que estamos intentando superarnos en nuestra capacidad de errar y por lo tanto un solo yerro no es suficiente, que mejor que unir dos de probados resultados para conseguir tal vez uno mayor que la suma de las partes. Supongamos pues que intentamos alcanzar un nivel épico de devastación, nada mejor que sumar un tercer error a la mezcla y esperar que se produzca un efecto ya no se suma sino de potencia entre los reactivos. Si hasta aquí el razonamiento es correcto lo esperable es que a la suma de tres fracasos conocidos le suceda como consecuencia un fracaso al menos igual a la suma de los resultados individuales, o inclusive algo mayor. Sin embargo este no parece ser el caso o por lo menos el gobierno espera que no lo sea.
Los que tengan treinta y más podrán recordar varios casos de hiper-inflaciones en nuestro país. Por una cuestión de memoria prefiero para este ejemplo la del período de Alfonsín, simplemente porque lo viví. En aquel momento al salir de la dictadura militar, las posibilidades internacionales de crédito no eran favorables, y se pretendió llenar el déficit con emisión monetaria. El resultado fue el previsible y anunciado, la inflación tomó dimensiones extraordinarias. Es muy complejo pero para hacerlo simple digamos que si el gobierno imprime pesos y no consigue dólares los pesos valdrán menos que el dólar. Lo cual no está mal ya que agrega ciertas ventajas a los exportadores. Sin embargo si se imprimen demasiados pesos y se pierden dólares, se crea un efecto de desconfianza por lo que todos comenzarán a querer dólares. Esto repercute en los precios porque los que intervienen directamente en ellos no quieren perder sus ganancias y por lo tanto aumentan. Cuando los aumentos son muy frecuentes y grandes aparece la especulación. Podría seguir pero creo que ya quedó claro el punto. ¿La verdad no se parece mucho a la situación actual?
Durante el gobierno de Menem en lugar de la impresión descontrolada se apostó al extremo opuesto. La convertibilidad aseguraba que por cada peso en circulación había un dólar y por lo tanto quien quisiera podría cambiarlos. Fue un éxito a medias ya que solucionó la inflación pero no el déficit. Para cerrar las cuentas públicas el gobierno entonces optó por una nueva estrategia, ya que la emisión estaba regulada por la convertibilidad. El dinero se conseguiría afuera. Dos fuentes mantuvieron las arcas del estado: las privatizaciones y la toma de deuda. Así el gobierno pudo mantener un gran incremento en el gasto público. Claro que si uno gasta a crédito tarde o temprano tendrá que pagarlo. El costo fue la desocupación, la destrucción de la industria nacional, la precarización del empleo, la flexibilización laboral. Ahora estamos en una situación similar pero en lugar de tomar deuda afuera se hace contra otros elementos del estado como el ANSES o el banco central.
El último ingrediente lo aporta De La Rua, habiendo heredado la convertibilidad pero sin saber manejarla se enfrentó a sus consecuencias. Por un lado ya no había activos estatales para vender; pero además se acercaban los vencimientos de los créditos  y no había demasiado con qué pagarlos. El estado había consumido gran parte de sus reservas de dólares en el banco central y la falta de producción local sumado a los bajos precios internacionales de nuestros productos exportables auguraban un futuro complicado. Así fue que las calificadoras internacionales nos aumentaban el riesgo país por lo que conseguir nuevos préstamos, para pagar los intereses de los viejos, era cada vez más difícil y costoso. A su vez el banco central que es la reserva de los bancos contaba cada vez con menos dólares. Comenzaron los retiros masivos de los depósitos, se supone que cuando sucede una corrida financiera es el banco central el que sale al rescate de los bancos, pero para ello necesita fondos y en aquel entonces no los tenía. Esto terminó con el corralito y la pesificación asimétrica. Hoy los ciudadanos comunes no podemos comprar dólares, los bancos pierden cada vez más depósitos; la balanza comercial no cierra y no hay con que hacer frente a los vencimientos de la deuda.
Ahora bien, este gobierno está imprimiendo más que Alfonsín, despilfarrando más que Menem, y agotando más los activos reales que De La Rua. Entonces ¿Alguien realmente puede creer que terminará bien? Es decir; están cometiendo cada uno de los tres errores, pero aumentados; y no por separado sino todos a la vez. ¿Y pretenden que creamos que está todo bien, que es una sensación creada por los medios, una campaña destituyente? Yo al menos no lo creo.

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