La Rosa Blanca fue un grupo de resistencia organizado en la Alemania nazi, que abogaba por la resistencia no violenta contra el régimen. Hoy la resistencia es contra la supremacía ideológica, aquellos que se sienten con un derecho a imponer su criterio sin tener en cuenta el bienestar y el progreso de la sociedad. Contra aquellos que anteponen intereses personales o partidarios ante los de la nación o la república. Enfrentar la violencia con sabiduría, Rosa Blanca Resistencia Pacífica.
viernes, 22 de marzo de 2013
Berreta
He estado tres veces comenzando esto y todas ellas pasaba algo que mejor esperar a ver como termina. La verdad es que ya tengo una idea de como termina, pero no se trata de eso esta entrada sino de nuestra evolución como sociedad. Se dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, sin embargo lo más correcto sería decir que: los pueblos tienen gobernantes que salen de ellos y por lo tanto son su reflejo. Mucho nos quejamos como conjunto que nuestros gobiernos son malos, deficientes, corruptos, inútiles, etc. Y sin embargo como individuos es muy raro que alguno intente participar para lograr un cambio. La verdad es que desde mi lugar y mi capacidad intenté, se de primera mano que los sistemas políticos están viciados y colmados de ineptos, sin embargo la libertad no se negocia. Mis intentos en la política han sido siempre infructuosos, queda claro que o bien no tengo las habilidades necesarios o mi costumbre de decir lo que pienso sin demasiado filtro no sirve en ese negocio. Como sea me queda la conciencia tranquila de que lo intenté y es probable que lo siga intentando.
Ahora a lo que realmente iba esta entrada. Nos quejamos mucho de nuestros gobernantes, pero como sociedad nos parecemos mucho a ellos. Queremos que las cosas salgan bien, pero no estamos dispuestos a pagar el costo que conlleva hacer las cosas bien. Queremos los resultados pero, no queremos pasar por el arduo proceso de obtenerlos, simplemente que todo esté arreglado ya. Si en conjunto obramos de esa manera es natural que nuestros representantes sigan esa idea, pues en definitiva son los elegidos de entre todos nosotros.
Estamos en un punto donde mucha gente depende de la ayuda social para subsistir y frente a ello tenemos dos posturas equivocadas. Primero creemos que el estado tiene la obligación de mantener a quienes no tienen recursos suficientes; lo cual es cierto a medias. El estado tiene la obligación de no dejar que sus ciudadanos mueran de hambre, pero de ahí a que se dedique a mantener a quienes si encuentran un trabajo lo devuelven, hay una significativa diferencia. El estado tiene la obligación de ayudar a los más necesitados y de proteger a los indefensos, sin embargo nuestra mentalidad berreta ha logrado crear una cultura del no trabajo. Damos planes para todo, desocupación, ocupación, hijos, casamiento, madre soltera. Mientras algunos se llenan la boca hablando de las virtudes del sistema, no son capaces de ver que el asistencialismo no nos lleva a ninguna parte; ya que vicia los recursos y no genera riqueza. Por otro lado está el clientelismo, que se encarga de mantener a los pobres en ese estado de indefensión y necesidad para ser susceptibles de la presión del puntero de turno; quien a cambio de unos votos simplemente promete dejarlos ahí metidos en el mismo lodo y siempre manosearlos. Que aquellos captados por ese sistema no vean lo que les están haciendo es hasta esperable pero, que algunos con cierto nivel de educación lo defiendan revela lo mal que estamos. Hoy para defender el modelo hay quienes sostienen que el clientelismo y el abuso de los pobres son en realidad un logro del modelo.
Resulta que nos llenamos la boca hablando de derechos humanos y por lo tanto jueces garantistas garantizan la libertad de los delincuentes en lugar de garantizar la seguridad de los demás ciudadanos. Hoy el control de la violencia social se ha confundido con el terrorismo de estado. Lo que lleva a que cuando alguien se le antoja quebrantar la paz social y ponernos en riesgo a todos el propio estado se ata las manos y se deja sin capacidad de maniobra. La protesta social debe ser respetada, pero la injusticia social no da derecho a romper todo. Pero claro cualquier intento de poner orden es “represión”. ¡No! Es orden, y como tal nos falta. Los defensores de la estupidez parecen olvidar que el estado surge de la necesidad de las sociedades de vivir en orden. Si dejamos que el caos nos invada llegaremos al punto de no tener ley. Ese momento al que llamamos comúnmente “la ley de la selva” aludiendo a que el poderoso domina a los débiles. La verdad es que creamos los estados para evitar justamente eso, el atropello del poderoso, sin embargo para eso hace falta tener ley y cumplirla. En estos momentos cuando quien ejerce el control del estado parece haber olvidado las leyes que ha sancionado, todo atropello parece posible. Tenemos un gobierno que se ríe de sus propias leyes, lucharon para lograr una ley de medios y resulta que ahora no la cumplen y por mucho que les pese el único que tiene permiso para no cumplirla es Clarín. Los demás incumplen la ley con la venia del comisario de turno quien inventa los más insólitos disparates para justificar lo que hace. De nuevo lo que marca nuestra decadencia como pueblo es el hecho de que haya quienes justifiquen que una ley (la de medios como cualquier otra) pueda ser interpretada de forma distinta según a quien se aplique, lo triste es que la constitución garantiza justamente lo contrario “Igualdad ante la ley”. Lo que esta manga de atrasados (se quedaron en los ’70) no ve es que la interpretación despareja de la ley trae inseguridad jurídica y es una constante en las dictaduras quienes interpretan distinto la ley según sea para un amigo o enemigo.
Siempre fuimos un país con mala memoria y cada 20 o 30 años repetíamos con sorpresa los mismo errores. Resulta que hoy ya ni siquiera nos funciona la memoria de corto plazo. Para citar un ejemplo cercano D’Elia ayer atacaba al Papa y hoy resulta que es el mejor del mundo. Si uno va al médico y cuando entra le dice que tiene una enfermedad y al salir le dice que tiene otra, lo más lógico sería cambiar de médico. Pues hoy los políticos dicen una cosa a la mañana, otra a la tarde y se contradicen a la noche y pese a toda lógica hay quienes los defienden con el mismo fervor en las tres ocasiones. Eso está fuera de todo análisis o bien hay un montón de cerebros lavados o bien perdimos la capacidad de pensar. No creo que nadie con un mínimo de capacidad para reflexionar pueda si quiera sostener la idea de apoyar a políticos como los nuestros, y lo hacemos sin ningún tipo de pudor. Ayer la Sra. de plaza de Mayo pensaba que el Papa por poco había sido parte de la junta militar y hoy resulta que descubrió su labor humanitaria; la verdad deberían llamarse a silencio y nosotros deberíamos recordarles que puede que parezcamos un poco pero la verdad, espero, no somos idiotas.
Nos toman el pelo, se nos ríen en la cara, nos roban y nos gusta, van por más y los dejamos venir por todo. Lo que más me indigna no es que lo hagan sino tener que soportar que haya quienes los defiendan. Escuchar y leer los disparates de los políticos ya es suficiente pero la verdad es que lo que cada vez se me hace más difícil de tragar son las pelotudeces de una manga de decebrados que repiten como loros. Nos acusan de repetir lo que dice Clarín (los huevos al plato me tienen con Clarín, yo leo Perfil la puta madre!). Y con tal de ser más kristinistas que Kristina se adelantan a lo que ella piensa y hacen pelotudeces como silbar al Papa en TeKnopolis; y encima uno tiene que soportar que en la cara te digan que están convencidos y que todo es por los derechos humanos. Tienen la cabeza quemada, el problema es que son cada vez más y por lo tanto cuando hablamos de nuestra sociedad ya debemos decir que todos estamos en un país berreta aunque nos duela.
[Espero que comprendan que el estilo de redacción no es tan pulido como en otras
entradas, pero la verdad que lo escribí muy caliente y quiero que el enojo se vea
reflejado en el texto.]
martes, 5 de marzo de 2013
Descubrimiento tardío
Siempre he creído que la racionalidad y la cordura tarde o temprano prevalecen; y que el sentido común a la larga nos despeja la vista de las distracciones de la tozudez y la irracionalidad. Durante varios días estuve dándole la vuelta a esta entrada que pensaba llamar algo así como: La gran conspiración. Porque estaba convencido de que había cierta información disponible en el seno del gobierno que guiaba su proceder, pero que permanecía oculta al pueblo y que ante la ausencia de este conocimiento el proceder de los K nos parecía cuando menos irracional. Sin embargo no es así, aunque si existe ese dato relevante, pero no es una certeza de cierto movimiento mundial o el conocimiento del futuro de la macroeconomía. Lo que el gobierno sabe va más allá de la economía o la geopolítica, no se trata de un acuerdo secreto con un socio misterioso que va a solucionarnos todos los problemas. Tampoco es el descubrimiento de un valioso recurso natural que llene las arcas menguadas del populismo. Lo que saben y con certeza es que ganaron.
Durante cierto tiempo he pensado que el objetivo tras los desvaríos presidenciales y los excesos del séquito real era promover un golpe para irse por la puerta grande y eludir todas sus responsabilidades con la excusa de que hubieran arreglado al país pero la derecha fascista no los dejó. La verdad tanto sencilla como cruel, ellos ganaron, lo saben y por ello no les importa pues ya no se los puede detener. Vinieron por todo y lo consiguieron.
Ahora ya no importa si son o no corruptos, no tiene sentido saber cuánto han robado, pues a la luz de la situación aún en el poco probable caso de que fueran juzgados ya no habrá justicia. Pronto la justicia será irremediablemente democratizada, lo cual no significa gobernada por el pueblo, sino que es un eufemismo para referirse a que será dominada por el poder político de turno (podrá cambiar el gobierno pero la independencia de la justicia la habremos perdido para siempre).
Lo que estuvo en juego fue el estado en sí mismo y lo regalamos, tarde haremos el descubrimiento de tal error. Enarbolados del facilismo y la envidia hemos permitido la destrucción de los valores que hacen grandes a las sociedades. Y los hemos reemplazado con la idea de “nivelar para abajo”, el que si yo no puedo entonces que nadie pueda y listo. Estamos convencidos como sociedad que el estado es quien tiene la obligación de mantener a quienes quedan excluidos del sistema en lugar de ser el garante de las condiciones para que no haya excluidos; conceptos casi diametralmente opuestos. El estado no debe ser una despensa de bienes hacia la población sino que tiene la obligación de promover las condiciones para que todos puedan sin excepción tener acceso a los bienes y servicios necesarios para desarrollarse en plenitud. Ahora es tarde cualquiera sin importar su situación se siente con derecho de reclamar al estado, alimentos, dinero o incluso una vivienda sin poner de su parte ni siquiera la contraprestación de unas horas de trabajo.
Sostenemos como sociedad que la represión en un acto vil y perverso, por lo tanto cualquiera que se considere con un motivo válido puede por lo tanto cortar las vías de comunicación a su antojo (siempre y cuando no esté en contra del gobierno nacional). Llegamos al punto donde los humanos con derechos son los delincuentes quienes merecen todo el respeto de la ley; mientras que los demás ciudadanos sólo tenemos el derecho de pedir morir rápido.
Vivimos en la realidad de que los servicios públicos no funcionan, y sin embargo parece que el gobierno que lleva 10 años en el poder los hubiera recibido ayer y a nadie parece importarle. Los funcionarios que robaron durante todos estos años están libres y saben que son impunes, pero no hacemos nada. Candidatos testimoniales, diputados por un día; violentos e irrespetuosos como legisladores pero, la tribuna aplaude. El congreso que debiera ser la casa del pueblo parece más bien el prostíbulo de la nación, dónde el dinero compra favores y las lealtades no están con la gente sino con quien tiene el poder.
Sin embargo nada importa, ya no hay 8N ni 7D; está hecho hoy la mayoría está con ellos y está bien. Aunque algunos crean que se pueden ganar las próximas elecciones de nada sirve, porque salvo que no se voten ni ellos mismos, no perderán porque por más mal que les valla van a renovar más bancas de las que tienen, porque la renovación corresponde a la elección que perdieron. Vinieron por todo y se lo dimos, pronto haremos el descubrimiento tardío de que lo primero que tomaron fue nuestro futuro y nuestra libertad.
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