viernes, 22 de febrero de 2013

Desdoblados


Lo que sigue aunque pueda parecerlo no es mayoritariamente sobre el gobierno sino más bien sobre sus seguidores, aunque también nos va a tocar un poco a nosotros los demás. Hay algo que siempre me ha sorprendido de los K y es su inmensa capacidad para justificar hasta lo más insólito y bizarro de las acciones del gobierno. Dicho así suena raro pero más adelante voy a citar algunos ejemplos que demuestran esta aseveración. Sin embargo también es cierto que en el hartazgo que produce la mentira permanente y la prepotencia como método de comunicación, hemos tal vez tomado ciertas actitudes propias de ellos.
En los últimos días se han sucedido ciertos fenómenos que sirven muy bien para explicar el desdoblamiento conceptual de los K. Comencemos pues con los escraches; tanto Boubou como Kicillof fueron víctimas de estas practicas más propias del 2002 (será que nos estamos dando cuanta que estamos aún ahí?). El vice debía pronunciar un discurso por el bicentenario de la batalla de San Lorenzo y seamos sinceros de fue por las ramas. Sin embargo eso no justifica la silbatina, como tampoco lo hace el hecho de que sea dueño de la fábrica de $; sin embargo sucedió. El otro ejemplo es el de Kicillof quien fuera abucheado mientras volvía de Uruguay junto a su familia, según dijeran en 678 fue un “brutal ataque”. La verdad sea dicha, de ataque nada, fue un mal rato seguramente, a nadie le debe caer muy bien que lo insulten y lo prepoteen de esa manera. Sin embargo si mal no recuerdo fue él quien dijo que a Techint habría que fundirlo; seamos honestos me parece más violento lo de Kicillof porque hace su aseveración desde un cargo en el estado. Sin embargo los que esta vez se rasgaron las vestiduras para defender al pobre vice ministro, cuando él fue el agresor lo aplaudieron. Es esta doble moral lo que me intriga, estamos hablando de lo mismo, de violencia, sin embargo parece que cuando proviene del estado es justificable.
Ahora un poco de lo que nos toca a nosotros, debo admitir que no me parecen bien los escraches, disfruté un poco cuando vi salir a Kicillof del barco. Y muy por el contrario no me pareció nada bien cuando al Dr. Nelson Castro le aplicaron el derecho de admisión en un bar. Esta doble moral se nos está pegando pues supongo que habrá muchos en mi situación. Que quede claro que no me estoy defendiendo ni justificando, es que en la vorágine del ataque permanente, del desprecio y la mentira tal vez se nos estén pegando las costumbres de nuestro adversario.
En una de sus editoriales Fontevecchia habla de cómo los mensajes contrarios al pensamiento propio no hace más que reforzarlo; lo que me sacudió bastante las ideas sobre todo aquellas que están relacionadas con el tema de esta entrada. Los invito a leer la nota pero, aunque es en realidad muy complejo, puede simplificarse de la siguiente manera: Cuando alguien lee información que coincide con su opinión no gasta energía analizándola, por el contrario cuando se lee algo contrario a lo que uno piensa se hacen mayores esfuerzos en la comprensión en un intento por refutar lo expuesto. Hoy en día parece que cada vez más unos y otros nos enfrascamos en nuestras posturas a favor y en contra sin mirar siquiera los argumentos que esgrime la otra parte.
Quienes estamos en la oposición no podemos dejar de notar la estrafalaria corrupción y la impresionante ineptitud del gobierno, sin embargo parecemos ciegos ante la idea de que no tenemos candidatos viables. Por su parte los K santifican al gobierno con la excusa de que todo lo malo es invento de Clarín; mientras que parecen ciegos ante la realidad.
Tenemos una sociedad desdoblada, nos han llevado a posiciones diametralmente opuestas, y sin embargo ninguna de ellas ofrece soluciones por sí sola. Tenemos un gobierno decadente, enfermo de poder y alejado de la gente; también tenemos una oposición que se preocupa más por conseguir un cargo que por gobernar desde el lugar que les toque. Hay una falta de representatividad aún peor que en el 2001 sin embargo la sociedad desdoblada no percibe el problema, porque es tanto propio como ajeno.